EL FANTASMA TLACANEXQUIMILLI
Cuando el sol se oculta y llega la noche, los indígenas corren amedrentados a sus hogares. Nadie opta por salir. Ni siquiera el gran emperador Moctezuma es capaz de enfrentarse a la muerte misma.
Sólo la luna brilla sobre el lago de Texcoco, mientras que la ciudad del imperio Mexica es atemorizada por una misteriosa niebla y un estruendoso lamento del temible fantasma “tlacanexquimilli”.
Éste espíritu maléfico andaba fundiendo el pánico a todo aquél que encontrase en su camino. Siempre andaba arrastrándose en el suelo, gemía como un enfermo; incluso, los que lo veían a escondidas, afirmaban que no tenía ni pies y cabeza.
Además, otros indígenas creían que éste espectro era una ilusión del dios Tezcatlipoca; otros, concebían la idea que cuando lo veían, tomaban mal agüero de que algún infortunio les habría de acontecer; o que morirían en la guerra; o que morirían de una enfermedad.
Sólo los más valientes – guerreros viejos – eran los únicos que enfrentaban a este fantasma; siempre andaban en su búsqueda para que les diese ventura o buena fortuna. Cuando estos soldados topaban con uno de ellos le decían:
– ¿Quién eres tú? Mira que ya te tengo bien asida y no he de dejarte ir.
Después de decir esto el soldado, lidiaba con el espíritu hasta el amanecer y lo forzaba hablar.
– Dejarme que me fatigas, que es lo que quieres – decía el fantasma.
– ¡Que me puedes ofrecer! – Respondía el soldado.
– Te ofrezco una espina de maguey
– ¡No la quiero! – se negaba el soldado aceptarlo; pues una espina no significaba nada para él – ¡Una espina no vale nada para mí; quiero más!
Tanta era su insistencia que el Fantasma tlacanexquimilli determinaba en decirle:
– Te doy toda la riqueza que deseas para que seas próspero en el mundo.
Al escuchar esto el indígena mancebo y osado, dejaba en paz al espíritu y éste huía y no tornaba en regresar por esos rumbos por un largo período; solo así la ciudad del imperio Mexica volvía a estar en paz para continuar con sus ritos o costumbres.
