Jeremías Zuñiga
¿Te gusta ser una persona sometida a las decisiones de otros individuos?
En la actualidad sigue prevaleciendo el pensamiento mágico –todo va a mejorar, ¿cómo? “no lo se, pero lo presiento”- y el pensamiento divino –en todo fracaso o desgracia se prefiere descargar la responsabilidad en la voluntad de Dios-, sin embargo el pensamiento activo que genera bienestar, se deja como última opción porque exige disciplina –hacer lo que se tiene que hacer, se quiera o no-, lo que ha provocado que sólo se haga presente cuando existe un estado de necesidad extremo, que además requiere ser motivado por una fuerza jerárquica que obliga al individuo a realizar acciones que en la mayoría de las veces van en contra del estado de comodidad en que vive.
Los seres humanos seguimos buscando a los culpables de nuestras desgracias –pobreza, enfermedad, desastres naturales, mala educación, pérdida del empleo, abandono de la pareja, quiebra del negocio, fracaso de la selección nacional-, aunque en esta búsqueda no miramos al espejo, preferimos crear toda clase de historias en las cuales jamás asumimos el papel de villanos, es más cómodo ser la víctima y esperar a que alguien, mágica o divinamente, acuda a nuestro rescate. Este fenómeno se ha convertido en algo cultural, que no es sólo nacional, sino algo inherente al ser humano, lo cual ha sido deliberadamente utilizado por los diversos sectores –sociales, económicos y políticos- para influir en la conducta humana a través de la mercadotecnia emocional, lo que ha provocado: que consumas productos que no necesitas, que elijas lo que no quieres, que digas lo que no piensas, que percibas sentimientos inexistentes, o que actúes como lo que no eres.
El manejo de las emociones –inteligencia emocional- se ha consolidado como el mecanismo universal de la manipulación de los individuos, por eso es común ver, intencionalmente, historias publicadas de dolor, sufrimiento, desgracia, felicidad, alegría o solidaridad, como el antecedente y justificación a una acción involuntaria que habrás de realizar o consentir.
¿Cómo se puede revertir este fenómeno?
Realizando como punto de partida las siguientes acciones, que no son fáciles, pero tampoco imposibles: mejorar un 10% la actitud para aceptar el resultado de las cosas; incrementar un 20% las aptitudes para enfrentar y resolver los problemas cotidianos; acrecentar un 30% la planeación para acabar con la desorganización e improvisación gubernamental o institucional, política, económica, empresarial, social e individual; desarrollar un 40 % la disciplina para estar dispuestos a hacer lo que es necesario, durante el tiempo que sea necesario para lograr el cumplimiento de metas y objetivos. Acciones sencillas que requieren alterar el statu quo de las personas que en general es rutinario, y por temor no se atreven a hacer cosas diferentes, prefiriéndose consolar o justificar con las historias de éxitos y fracasos de otros, ya sea a través de la televisión, el cine, los libros o las vivencias de terceros, volviéndose expertos en todo, sin haber experimentado ninguna de las sensaciones que hacen sentir vivo a los seres humanos.
Dr. Jeremías Zúñiga Mezano
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