LA REINA VERSIÓN SIGLO XXI
CORREGIDA Y AUMENTADA
“En los Estados Unidos mexicano no se concederán títulos de nobleza, ni prerrogativas y honores hereditarios…. Art. 12 CPEUM
José Emilio Pacheco (1939-2014), escritor prolífico, miembro de la generación del medio siglo, entre sus primeras obras escribió un cuento intitulado: “La Reina”.
Grosso modo, la historia es la siguiente: Una chica con sobrepeso, Adelina, quiere ser reina del Carnaval de Veracruz, sin embargo es acosada por las Osorio, una familia de abolengo del puerto, su hermano Óscar, el desprecio de la reina del carnaval de Veracruz, un enamorado y un par chicos libaneses Aziyadé y Nadir.
Estoy seguro que José Emilio Pacheco, debió presenciar uno o varios carnavales de finales de los años 50´s, cuando todavía existían los “Encapuchados”, sujetos que se cubrían el rostro y salían a hacer desmanes durante las fiestas.
En el cuento se menciona la anilina, un químico, poco soluble de color amarillento, que se supone arrojaban en los desfiles, después fue la harina – a mí me toco- y posteriormente la espuma en spray.
Leyendo este cuento encontré muchas similitudes con mi experiencia actual durante el carnaval. Descubrí un Pacheco visionario y si bien es cierto hay algunos intelectuales que pretenden hacer un análisis de este cuento, encontrando razones profundas o verdades ocultadas, yo me atrevo a pensar que a Pacheco les gustaba el “desmadre” y fue testigo y participante de una o varias fiestas de carnaval de Veracruz, me explico.
Sólo quien vive un carnaval de Veracruz, es testigo presencial de una realidad, que tiende más a ser ficción. Para empezar, la elección de la nobleza jarocha, podría decirse que es una monarquía constitucional, pero en la práctica dista mucho de este concepto, apegándose más a nuestra realidad continental, el título lo obtiene quien más votos compra, así no importa que seamos un poco más de 650,000 habitantes en el municipio (INEGI 2010) y la reina obtenga el titulo con un millón de votos, por lo que el titulo no dimana ni de Dios ni del Pueblo, sino de don Dinero. Algunos nostálgicos del pasado, señalan que antes era mejor porque las reinas eran “señoritas de sociedad” invitadas por las autoridades y una de ellas me remarca: “y salías de tu casa, no te vestías un baño”.
Luego, vienen los “masoquistas recurrentes”, aquellos que participan en una comparsa y que año con año juran no volver a hacerlo porque a la hora de la premiación son las grandes empresas quienes se llevan los primeros lugares, no por que bailen mejor, sino porque hay recursos para adornar y contratar modelos, eso sí, modelos ya se segunda mano, que ni es Brasil las contrarían – piel de naranja y celulitis, pero eso si güeritas.
No podemos olvidar a los “Apostatas del desmadre”, aquellos que en tiempos mejores fueron el alma de la fiesta y que hoy, por motivos de edad, enfermedad o porque ya no son requeridos por las autoridades, reniegan de su fe rumbera y trovadora, argumentando que todo el desfile huele a “miados” y que en general la fiesta es un desmadre.
Las familias tipo “Osorio”, que son aquellas que se van de Veracruz aprovechando el puente y que citando sin querer a Pacheco insisten en que: “La gente decente de Veracruz no se mezcla con los fuereños, mucho menos en carnaval”
Las comparsas surrealistas que describe Pacheco en la Reina, Vikingos mulatos o caníbales teñidos de betún, no son fantasía, cuando eres testigo presencial de una fiesta de carnaval en Veracruz, se comprende eso y más. Lo afirmo, porque sin beber una sola gota de alcohol pude ver decenas de personajes disfrazados como Iron Man – que causarían demanda millonaria por parte de Stan Lee si los hubiera visto – Bolivianos enfundados en trajes con hombreras más más parecen trajes espaciales, repitiendo una y otra vez la misma canción y el mismo ritmo, una comparsa de 650 miembros que lo que menos hicieron fue bailar, entre otros espectáculos que ni el mismo Kafka se imaginó.
Por el último, la cereza del pastel fue el conflicto de vanidades, que bien pudo sonrojar a Isabel I y a María Estuardo.
Digno de una obra de Shakespeare, las partes en conflicto involucraron a propios y extraños, periodistas serios, se tomaron su tiempo para hablar del tema, la nobleza jarocha se dividió, hubo codazos, desplantes, berrinches, ataques en las redes sociales (memes), prospectiva política y hasta violaciones a la constitución – porque se invocaron honores hereditarios y la Constitución no señala que solo en casos serios, sino es en general.
Al final se invocó al espíritu del pueblo, sin razonar, que con lo que cuesta un vestido del diseñador “Enrique barrios” vive una familia todo un año, en fin solo faltó que interviniera la Iglesia y se emitiera una Bula: “Regia ad huevun”.
Se terminó la fiesta, parece que la calma regresa al vecindario jarocho, las “Adelina” y “Leticia” regresan a su vida cotidiana y a ser las personas normales que “El maquillaje se encargó de cambiar”, aunque los analistas políticos pronostican un futuro diferente, ahora –dicen- la carrera política inicia con una corona y un cetro.
@miguel_salvador